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Imagina un destino lejano,
un futuro sencillo,
una sonrisa por equipaje.

Recuerda una plaza escondida,
un balcón con vistas
y una noche de estrellas.

Aprende un acorde fácil,
un poema sin prisas
formado por cinco letras.

Y piensa que,
pudiendo ser inmortal entre unas líneas,
es precioso serlo
entre unas yemas.

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Nos molestamos en aprender su color favorito,
su talla de ropa,
la comida por la que pierde la cabeza,
los lugares a los que quiere ir
y lo que le da miedo por las noches...

Para que luego se vaya
y nos quedemos con parte de una vida
que no es la nuestra.

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Volverá a(l) (a)mar

como siempre que su claustrofobia
le pide un respiro.




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Arrancarte la vergüenza

                             a mordiscos.

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Teníamos un trato:
yo te besaba si tú me lo pedías
y fingía no desear que lo hicieras.

Las excusas para vernos no parecían demasiado creíbles
pero hacíamos como si lo fueran.

Las sonrisas estaban prohibidas...
pero sólo cuando nos mirábamos.

Darnos la mano sólo era un segundo
propiciado por una broma
y el chiste era desear separarlas.

Hablar del pasado, dejando entrever el futuro,
con miedo a tomarnos en serio.

Pasar de lo inocente a lo serio
sin darnos cuenta
y quedarnos sin tiempo antes de llegar
al punto (final).