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La magia del silencio

     Recuerdo los días de verano en los que el calor era lo que me despertaba temprano cada mañana. Mis amigos huían a sus pueblos o de vacaciones con sus familias y yo tenía por delante horas y horas de aburrimiento gratuito a menos que decidiera ponerle remedio.

     Me encantaba ir al parque más grande de mi ciudad a intentar buscar sombra e inspiración. Y así descubrí el circo. Fue una mañana en la que el silencio sólo se veía roto por el canto de los pájaros valientes que combatían las altas temperaturas. En ese parque vi a un grupo de chicos y chicas (no mucho mayores que yo por entonces) con objetos extraños que arrojaban al aire para recogerlos y hacer figuras que me parecían imposibles, desafiando la ley de la gravedad, incluso se los pasaban entre ellos por parejas. Reconozco que me quedé absorta contemplándolos, en silencio y desde lejos para no romper esa magia que parecía rodearles.

     Puede que pasara media hora o más, no lo recuerdo porque el tiempo dejo de importarme, cuando me levanté y me acerqué a hablar con ellos para que me explicaran cómo eran capaces de hacer cosas que a mí me parecían eso: pura magia.

     Malabares, circo, monociclo, acrobacias…son palabras que forman parte de mi vida desde ese momento, y aún sigo yendo a ese mismo parque a practicar y hacer “magia” para lograr que se pare el tiempo. Puede que algún día, alguien se acerque a mí para preguntarme cómo lo consigo.

- 30 de junio 2015 -

 

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