Va a llegar tarde.
Está
viendo desde el cristal de la cafetería cómo corre para no dejar escapar el
autobús que ya se aleja de la parada. No lo consigue y se queda en mitad de la
nada, como una niña pequeña con una rabieta por no haber conseguido el caramelo
que quería.
Se
gira y sus miradas se cruzan. Nota una sensación extraña, de algo ya vivido, de
un recuerdo intentando abrirse camino hasta el presente.
Aparta
los ojos y vuelve a concentrarse en su café.
A
veces lo mejor es dejar las cosas donde están, como el humo que se eleva de
algo caliente, como la lluvia que empieza a caer con rabia desde las nubes,
como un amor que ya nunca podrá volver a ser.
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